La Información, 1º de junio, 1940.
Diferentes veces hemos tenido la oportunidad de referirnos a los encantos naturales de la pintoresca villa de Monción, una de nuestras futuras estaciones de verano de mayor porvenir y seguramente uno de los lugares más encantadores y salutíferos de la República.
Entre pinares susurrantes, rodeada de eminencias desde las cuales soplan brisas rejuvenecedoras, Monción ofrece a la vista del viajero un panorama atrayente, encantador, lo que, unido a su clima fresco y seco, hace que aquel sitio compita en lo que a salubridad respecta con las Matas y Jarabacoa.
Esto, sin incurrir en exageraciones de ningún género, puede decirse abiertamente en elogio de la distante villa. Pero Monción tiene aún otros aspectos que considerar en lo que su importancia toca. Aludimos a su porvenir en la vida comercial del país.
En esto Monción va a la zaga, ya que posee una producción de oro que, por hallazgos hechos en varias ocasiones esporádicas, permite asegurar gratas sorpresas en lo futuro, y tiene magníficas perspectivas como centro productor de trementina y otros derivados de las sustancias resinosas del pino.