Análisis y documentos de historia dominicana

domingo, 29 de junio de 2014

BIOGRAFÍA DE TRUJILLO

NOTA EXPLICATIVA DE RDH

En esta carta inédita el licenciado Ángel Morales, uno de los más tenaces opositores a la dictadura trujillista en el exilio, presenta un relato pormenorizado de la larga cadena de delitos cometidos tanto por la familia de Trujillo como por el propio dictador, antes de apoderarse del poder, mediante un golpe de Estado contra el gobierno de Horacio Vásquez que eufemísticamente se le ha llamado la Revolución del 23 de febrero de 1930. Esta carta forma parte de la Colección Bernardo Vega del Archivo General de la Nación. RDH.

San Juan, P. R., 30 de julio de 1930.
Honorable Sumner Welles
Washington, D. C.

Mi estimado Mr. Welles:

Interesado grandemente en que la República Dominicana no sufra por falta de algún esfuerzo, la ignominia de un gobierno presidido por el brigadier Trujillo, y considerando, por otra parte, que puede ser de alguna utilidad para los directores de opinión pública en los Estados Unidos una información de la vida de este hombre, he tratado de recoger aquí, a la mayor brevedad, con algunos elementos de los más prominentes de la colonia dominicana actualmente estacionada en San Juan, unos cuantos datos que me permito enviarle a continuación a reserva de ampliarlos con nuevos datos que he pedido a Santo Domingo.
Coronel Trujillo
El general Trujillo procede de una familia tradicionalmente repudiable por la conducta de los antepasados. Entre sus abuelos hay miembros de la familia Ledesma, que cuenta varios criminales y asesinos. Su abuela materna, Silveria Valdez, mereció cita especial en la novela Engracia y Antoñita, donde Francisco Gregorio Billini pinta algunas de sus hazañas. Jugó papel en la política porque en su casa se tramaron intrigas de todo género, de las cuales ella sacaba provecho pecuniario. Hizo hablar mucho de su hija Conchita, tía de Trujillo, la cual casó con el correcto caballero y honrado ciudadano Luis Ramírez, gracias a la simulación de un escándalo por el cual la familia exigió reparación de honor, después de historia y aventuras amorosas con otros prominentes políticos de la época.

En la larga y numeroso familia Ramírez y Nadal no se conoce ninguna mala acción; sin embargo, de la unión de Ramírez con la tía de Trujillo nació Colombino Ramírez, que siendo teniente de la Guardia Nacional durante la intervención americana (año 1918 o 1919) asesinó en Moca al joven Franco, sobrino de los dueños del periódico La Información, y un agente de la policía municipal que quiso intervenir, hechos realizados con saña y furor, sin que mediara ninguna provocación ni disgusto anterior.

El padre del general Trujillo, llamado José Trujillo Valdez, ha vivido siempre de negocios ilícitos, negociando con cosas ajenas (vacas, caballos, mulos, tierras, maderas, casas, etc.) que vendía o cambiaba como suyas. Estos hechos lo llevaron ante la justicia y a la cárcel varias veces, en tiempos de la intervención y antes.

El actual general Trujillo creció y se formó con sus hermanos en San Cristóbal, donde era tolerada y consentida su familia gracias a la protección que dispensaban el honorable y distinguido repúblico don Juan Pablo Pina, padre de la madre del general Trujillo, doña Julia de Molina, honrada y virtuosa matrona que en medio de toda su familia brillaba como una estrella solitaria en noche oscura.

Trujillo y sus hermanos anduvieron, hasta la edad de doce años por las calles y caminos de San Cristóbal ejerciendo toda clase de malicias y pillerías que desesperaban a la población, la cual los tenía bautizados con estos motes: “La pandilla de Pepito” (Pepito, diminutivo de José, nombre de su padre, “Los nietos de Silveria”, etc. se destacaban sobre los demás Petán, Chapita (apelativo dado al general de hoy), California y Virgilio. Este último se señaló como pillo, abusador y perverso durante las revoluciones de 1912 a 1914, debido a lo cual el general Vásquez le impidió el acceso a los campamentos, no obstante su vehemente horacismo.

Petán, otro hermano, es célebre por la audacia y habilidad de sus pillerías, especialmente en Monte Cristy, donde estafó al Lic. J. Israel Álvarez, en Puerto Plata, en San Francisco de Macorís y por todos los puntos por donde ha pasado. El comercio de la capital dominicana está ya cansado de los cheques falsos que emite para cubrir compras. Últimamente hizo compras de café y de azúcar a los Sres. José M. Brea, de Baní, Armenteros, de San Pedro de Macorís, Delio Almánzar, de Guanábano, Moca, y a otros, librándoles cheques falsos que su hermano el General tuvo más tarde que pagar, por presión del mismo Gobierno, para evitar escándalos. Los principales establecimientos comerciales allá conservan cheques falsos dados por este sujeto.

El general Trujillo tiene una hermana, muy conocida en Santo Domingo por el nombre de “la Trujillito”, la cual vive actualmente en La Habana su vida de mujer alegre.

Aníbal, otro hermano del General, ascendido rápidamente a mayor del Ejército, tiene organizado el robo de reses en San Cristóbal, San Luis, Guerra y Bayaguana, con agentes del Ejército, que llenan de terror a los campesinos y cogen de noche las partidas de vacas para matarlas y vender la carne a las tropas. En Nigua y Medina, ricos criaderos de San Cristóbal, se puede constatar fácilmente que ya ha desaparecido casi todo el ganado, con asombro e indignación de los dueños, que saben a que atenerse sobre el particular. En Guerra, el agente de este oscuro negocio, era el nombrado Negro Ballis, un contrabandista a quien se le sorprendió un alambique clandestino dentro de un momento, en el año 1929, descubriéndose, en las inspecciones que se hicieron un sinnúmero de cabezas de vaca, pieles y esqueletos.

El general Trujillo apoyaba a este sujeto y lo ocultaba; pero cuando se vio obligado a capturar a su cómplice de robos lo sometió a la justicia con una acusación hecha de forma maliciosa, preparada ex profeso para desorientar a los Tribunales, los cuales tuvieron que descargar al acusado. Sin embargo, después de un año, todavía está en su campo el alambique clandestino y el abundante reguero de cabezas de vaca. En varias ocasiones los campesinos se reunión y capturaron los ladrones de reses mientras las conducían al corral que tenía Aníbal Trujillo en San Isidro, y cuando llevaban los ladrones a la cárcel, antes de ventilarse el asunto, estos, armados con pistolas del Ejército, regresaban a los campos, a molestar, amenazar y perseguir a quienes los habían sorprendido con las reses robadas.

Esto sucedió en Guerra, Monte Plata y Bayaguana, con asombro del procurador fiscal Benigno del Castillo y del procurador general Alfau, quienes conocían todas estas cosas y se encontraban impotentes para corregirlas, por ser Trujillo jefe absoluto de las fuerzas policiales de la República. Además, para el éxito de este robo organizado, el general Trujillo obtuvo del Gobierno, hace cuatro años, que el Ejército en vez de comprar la carne a precios convencionales y comerciales a los carniceros de profesión, pudiese adquirir las reses vivas para matarlas en los mismos puestos militares. Con este procedimiento, las robadas de noche en los criaderos eran luego transportadas, muertas ya, en los camiones del Ejército, este decía que era disposición del Gobierno para alimentar su gente y que si se sabía algo, el querellante moriría sin saberse cómo.

Por la participación en ese negocio del General, los hermanos Petán, Aníbal y el apellidado California se han hecho ricos en cuatro años sin haber trabajado un solo día y sin haber hecho negocios de ninguna especie con nadie puesto que antes eran pobrísimos y desacreditados.

Ese es un aspecto del sistema de rapiña que tenía organizado el general Trujillo en el Ejército con el suministro de carne. Luego volvemos sobre otras tantas cosas.

Su tío, Ernesto Molina, hermano de su madre, es conocido en todo el Sur y el Este del país por un pillo, porque ha vivido siempre del engaño, de robos; sin embargo, fue nombrado Alcalde, jefe de justicia, en San Carlos, barrio de la capital, al triunfar la traición de Trujillo; Alcalde San Carlos en cuyos campos es universalmente conocido como ladrón.

A pesar de la censura y desaprobación del presidente Vásquez, Trujillo nombró oficial del Ejército al nombrado Leovigildo Maldonado, bandolero de fama, para destacarlo con soldados en los campos de Medina, donde perseguía a campesinos acomodados para quitarles sus tierras y animales.

Trujillo casó en primera nupcias con una pariente suya de San Cristóbal, y después que adquirió jerarquía en el Ejército se divorció de esta por no tener apariencias sociales, dejándole la única hija de ese matrimonio; pero ahora, después de consumada la traición que lo ha hecho creerse poderoso, presentí e introdujo la hija en la sociedad al cumplir quince años, con un bautizo y baile en la Mansión presidencial, a lo que accedió el presidente Estrella Ureña, sin siquiera hacer de padrino en el bautizo.

Sería muy curioso obtener por persona seria una colección de fotografías de todos los hermanos y familiares del general Trujillo; como caminan por las calles, como están en el hogar, como se reúnen, viven, viste, etc. La presencia de sus familiares en los círculos sociales es una humillación para las buenas familias que ven el acceso de aquellos como una amenaza repugnante.

En 1911, cuando el general Trujillo era empleado en el servicio de correos y teléfonos del Estado, sustrajo de la oficina de correos y telégrafos de San Cristóbal fondos del Estado, y perseguido judicialmente salió para Saint Thomas clandestinamente, permaneciendo allí hasta después de la muerte del presidente Cáceres, en ocasión de las revueltas suscitadas entonces y que permitieron su entrada al país.

En 1912, Trujillo fue nuevamente perseguido y preso en unión de su hermano Virgilio por robo de animales; en Zorra Buena, colonia del ingenio Angelina, fue preso y agredido por el español Suragna, por robo de caballos. (Este señor Suragna vive actualmente en el kilómetro 28 de la carretera Duarte).

En 1918, Trujillo falsificó la firma al señor Bernardino, del cual era empleado; fue procesado en Santo Domingo a seis meses de prisión, y al salir de la cárcel se enlistó en la Guardia Nacional.

En Ramón Santana abusó del señor Coss, a quien le compró un automóvil mediante pagarés que nunca pagó, obligándole por la fuerza ante un pelotón del Ejército a devolverle dichos pagarés.

Durante la intervención, Mc Lean, que dirigía el curso de Policía Nacional en la capital, le pidió a Trujillo una plaza de agente secreto mediante recomendación del tío de este, Sr. Teódulo Pina Chevalier. En vez de denunciar y hacer perseguir las casas de juego se combinó con ellas y les recibía un sueldo semanal que partía con su pariente Teódulo Pina. Descubierto por su jefe, fue separado del cuerpo. Luego fue guardia campestre del Central Andrés y más tarde ingresó a la Guardia Nacional utilizando la estrecha amista de Teódulo con Mc Lean.

En Los Llanos, común de San Pedro de Macorís, estupró una jovencita en la sacristía de la iglesia y la raptó, abandonándola pocos días después. La indignación de ese poblado está hoy todavía encendida como antes; luego en el Seibo repitió la misma hazaña, raptando otra joven para ofrecerla a un oficial americano.

En Paso del Medio, sección rural de San Pedro de Macorís, le violó al tío de Raúl Mieses una hija y le quitó en su propia casa ochocientos pesos en efectivo; al reclamarlos este, en unión de su sobrino Raúl, amenazándolo con denunciarlo a los jefes americanos, Trujillo prometió devolverlos y les entregó un pagaré a noventa días por la suma sustraída. Cuando solamente faltaban quince días para el vencimiento, citó al interesado a que fuera donde él a llevar el pagaré y recibir el dinero.

Al siguiente día de esto se encontró al propietario del pagaré muerto de balazos en el camino y el pagaré había desaparecido. Rogelio Jiménez, comerciante de La Vega, hermano de la víctima hizo la confidencia de esta muerte misteriosa a un amigo, ofreciendo trasladarse a Macorís para aclarar y discutir la cosa en interés de su familia; diez o doce días después de esto Rogelio fue asesinado horrorosamente por motivo fútil en su establecimiento comercial.
El sobrino, Raúl Mieses, que conocía estos detalles, al cabo de seis años cometió la imprudencia de decirle una noche a Trujillo, ya jefe del Ejército: “Ud. sabe bien que yo lo conozco y que llevo la llave de su cárcel en mis bolsillos”; dos o tres días después de esto murió violentamente, en presencia de los médicos de San Pedro de Macorís, que no pudieron concluir en acuerdo sobre las causas de la muerte.

En Mata de Palma, jurisdicción del Seibo, violó la hija de Secundino Japa (1920-1921); en la Ceibita, del Central Quisqueya, capturó en unión de dos oficiales más, tres señoritas, y en presencia de su padre amarrado fueron violadas; para liberar al padre escarnecido, le exigieron dinero, que el infeliz tuvo que entregar para escapar a la amenaza de ser fusilado como gavillero. Estas fechorías fueron objeto de procesos y consejos de guerra por oficiales americanos que pedían su expulsión del Ejército, pero la protección de Mc Lean siempre le ayuda y hacía descargarlo. Tanto Trujillo como Teódulo Pina complacían mucho a Mc Lean, a quien buscaban mujeres, llegando estos en Haina y San Cristóbal al extremo de poner presas y amarrar mujeres negras para que Mc Lean saciara en ellas su erotismo. Mateo Allou, peón del Dr. García Mella en aquel entonces, tuvo que intervenir en cierta ocasión y denunció el caso a los oficiales de la capital.

En el prostíbulo llamado “La casita blanca”, de San Pedro de Macorís, quiso reclamarle a Pedro Manguala la mitad del producido del negocio ilícito que él debía impedir como jefe de la Guardia Nacional y Manguala lo abofeteó en público, amenazándolo denunciarlo a sus superiores si lo volvía a molestar. Fue también procesado por fullerías en San Pedro de Macorís, en donde aplicaba la justicia cobrando multas, reclamando dinero por perdonar faltas, etc. En el mismo lugar perseguía y prendía a personas inocentes amenazándolas de hacerlas pasar como gavilleros y fusilarlos si no le entregaban dinero; fue el inventor de las célebres “encerronas”, ayudado por Emilio Franco, diego Machado y Miguel Berroa, quienes ocultados detrás de un tablado indicaban a los culpables de gavillería, mientras Trujillo hacía desfilar a los moradores del campo.

Los que observaban desde el escondido conocían a los pobres y a los pudientes de cada campo y solamente declaraban culpables de gavillerismo, a fin de exigirles dinero, a los podían pagar. Merckle descubrió el plan y procesó a Trujillo.

Durante la prisión que, como alemán, sufrió el Dr. George, lo explotó Trujillo, quitándole dinero frecuentemente dizque para diligencias que harían los oficiales americanos a favor de su liberación. Trujillo fue en aquel entonces principal autor de los crímenes, robos y fechorías atribuidos al capitán Merckle.

No se conoce ninguna acción de guerra realizada por Trujillo; pero si se sabe que ponía mucho ensañamiento en castigar a los gavilleros cuando caían presos o se rendían, sin embargo, en el asalto de Fermier, Trujillo se portó tan cobardemente que fue juzgado en público y condenado a retraso del ascenso que tenía prometido.

Ambicioso por temperamento, se mantenía tramando intrigas contra los superiores a quienes aspiraba a sustituir. Mantenía rivalidad con el mayor Lora, que era jefe en el Cibao, con residencia en Santiago, y aprovechó una aventura amorosa de este, que le había relatado pormenorizadamente el teniente Espaillat, secretario de Lora y confidente de Trujillo. Utilizó esta aventura para denunciarla pérfidamente al esposo de la amante del mayor Lora, y cuando temió un acercamiento político que se entreveía del mayor Lora con el general Vásquez, a quien aquel visitaba entonces, acercamiento que al triunfar Vásquez podía detener el ascenso de Trujillo, este hizo precipitar los acontecimientos que determinaron la muerte del mayor Lora.

Trujillo se movió con tal actividad que obtuvo la recomendación del general Vásquez para sustituir a Lora por nombramiento que, atendiendo a esa recomendación, le otorgó el presidente Vicini Burgos. No obstante haber adquirido esa posición, siguió intrigando luego contra el coronel Cabral, jefe de la Policía Nacional, y contra varios oficiales superiores, falsificando hábilmente con firmas de estos para denunciar cartas y documentos falsos que ponía en manos del presidente Vásquez. De este modo, sorprendió la ilimitada confianza que le prestó el presidente Vásquez, llegando a obtener la remoción de Cabral y un nombramiento a favor suyo para sustituirlo.

Desde el primer momento de su jefatura del Ejército, Trujillo comenzó a desarrollar el plan que debía hacerlo dueño de todos los cuerpos armados. Lo primero que hizo fue suprimir el acceso a la fortaleza a los oficiales del Estado Mayor del Presidente, e impedía toda clase de contacto con los elementos del Ejército, al mismo tiempo que obtenía la presencia permanente de uno de los oficiales del Ejército dentro del Estado Mayor del Presidente. Luego, para reservarse él solo las consecuencias del agradecimiento del ascenso de los oficiales, se suprimió la escuela para oficiales y cadetes y se estableció que estos saldrían únicamente de entre los cuadros de rasos, cabos y sargentos.

Así se cerraban las puertas de la milicia a todo el elemento de buena familia y de sociedad que no podía alistarse como raso en un ejército de campesinos. Cuando por inclinación natural se enlistaba una persona buena esperanzada en su conducta para ascender, se daba este caso frecuentemente: que un enlistado después de tres o cuatro años de buena conducta veía ascender por encima de él a otro enlistado recién llegado de solo dos o tres meses de servicio. Al presidente Vásquez se le presentaban las recomendaciones de ascenso y luego que el Presidente los firmaba y despachaba, el general Trujillo los retenía haciéndoles creer a los interesados que necesitaba de tiempo para convencer al presidente Vásquez y vencer la resistencia que oponía contra ellos. De esta manera, todos los oficiales guardaban afecto por el general Trujillo a quien creían agradecer el ascenso mientras sentían encono contra el presidente Vásquez que creían ellos los trataba con injusticia caprichosa.

Los oficiales agregados a los del Estado Mayor observaban todas las actividades del Presidente y las reportaban al general Trujillo. Enseguida que el presidente Vásquez visitaba o recibía a algún líder político, Trujillo averiguaba el motivo de la conversación que los había reunido, y trataba de sacar alguna ventaja para él. Ensayaba el medio de transformar esa persona en adepto personal suyo, si eso era posible, ponderaba al presidente Vásquez la buena amistad del personaje, lo útil de su contacto, etc.; y cuanto hacía en obsequio de ese recomendado el Presidente, lo anunciaba antes Trujillo como insinuación propia al interesado; si no era fácil ni posible adquirir la cooperación personal, entonces iniciaba una serie de anónimos, denuncias, advertencias indirectas de tal modo que el presidente Vásquez solicitaba la opinión de Trujillo encargándolo de vigilar y recoger informes acerca de esa persona.

La respuesta y los informes de Trujillo no se hacían esperar mucho para empujar a ese amigo a la desgracia, a la indiferencia o al desprecio o desestimación del presidente Vásquez. Muchas veces elementos adeptos de buena fe y de sincera inclinación hacia el presidente Vásquez, después de verse despreciado o molestados injustamente por el Presidente se enternecían ante la inexplicada generosidad del general Trujillo que censurando amargamente con ellos esa ingratitud del presidente Vásquez les ofrecía protección, garantía y favores. El general Trujillo iba así privando de afectos y de adhesiones al presidente Vásquez en el círculo de los amigos privados que Trujillo se iba sumando. Era peor aun el sistema que usaba para privarlo de simpatías políticas ante la opinión pública.

El general Trujillo solía advertir invariablemente de algún complot o plan revolucionario inminente con las numerosas escopetas que usaban los particulares con permiso legal. En seguida se ordenaba la recolecta brusca de todas las escopetas de cartucho que debían entregar o depositar los dueños a cambio de algún recibido. Esa recolecta se efectuaba con las de cartucho y con las de pistón, bajo la airada protesta de todo el pueblo.

Luego desaparecían las escopetas de los cuarteles y los dueños que las perdían quedaban enojados, descontentos, tratándose de un objeto cuyo valor oscilaba desde veinte pesos hasta ciento cincuenta, a más del atropello y la desconsideración que sufrían los amigos y personajes sociales al ser forzados a entregar una escopeta que usaban con permiso. Otras veces se efectuaban registros por porte de revólveres y en ocasiones se atropellaba con macanazos a nombre del Gobierno, mientras este sabía tales cosas dos o tres meses después de haber sucedido y consiguientemente desfiguradas.

Con motivo de la implantación del Plan Dawes, los negocios y manejos económicos en el Ejército se vieron amenazados de limitación; pero el general Trujillo respondió en seguida a esta amenaza de reducción de y control con un plan malicioso, desleal y frustratorio. En vez de reducir los gastos en señalados servicios, cuyas partidas se indicaron en el Plan, suprimió violentamente trescientas plazas en el efectivo del Ejército, tomando la precaución de reunir antes de licenciarlos para explicarles lo mucho que él deploraba tener que separarse de tan buenos amigos al cumplir una orden que le había dado el general Vásquez de que separara del Ejército tales y cuales miembros. Sin embargo de esto, el cuadro de oficiales que era excesivo en relación al número de soldados permaneció sin reducción; el gasto por servicios diversos, transportación, suministros, etc., que también sin reducción alguna.

Se le recomendó reducir los gastos del hospital militar o que los enfermos del hospital fueran asistidos en una sala especial del hospital nacional en donde serían atendidos y operados con el solo gasto de una dieta insignificante diaria por cada enfermo; entonces él pretendió que se le diera a los oficiales médicos del Ejército el hospital nacional el cual tenía una dotación económica mucho mayor por el servicio que prestaba al elemento civil; este plan rechazado ha sido puesto en ejecución inmediatamente después de su traición y de la consiguiente caída de Vásquez.

Hay ahora un hospital civil menos, con perjuicio de la asistencia médica para la población civil y un mayor gastos con filtraciones probables en un ampliado hospital militar innecesario.

Hubo un rasgo de felonía en el modo de licenciar los trescientos hombres: el general Trujillo propuso al presidente Vásquez que al despachar esos soldados se les regalase un traje de dril a cada uno para que no tuvieran que regresar a sus casas con la ropa que usaban en el Ejército que ellos habían pagado. El Presidente encontró esto razonable y lo autorizó a regalarles los trajes. Trujillo entonces compró trescientos trajes de dril para civiles, los dejó en los almacenes del Ejército y despachó, a los que licenciaron, con sus uniformes militares. Estos trajes de dril los utilizó en febrero 23 para vestir o disfrazar a los soldados de la fortaleza de Santiago a quienes ordenó que marcharan sobre la Capital a derrocar el gobierno del presidente Vásquez; los soldados conservaban debajo de la ropa de dril su uniforme militar kaki. Esto fue constatado por los empleados de la Receptoría y algunos miembros de la colonia americana residentes en la Capital y Puerto Plata que visitaron el campamento revolucionario en la carretera Duarte.

El almacén de suministros del Ejército fue calculadamente desorganizado para hacer imposible toda clase de control por aplicación del Plan Dawes. Se pretendió hacer desaparecer los inventarios; cambiar los libros de contabilidad para alterar los datos. El capitán Báez, encargado de este servicio, tuvo la entereza de negarse a este desorden y cayó en desgracia; fue amenazado en la fortaleza ante un grupo de oficiales, y acordado su asesinato tuvo que huir clandestinamente para el extranjero habiendo tomado la precaución de recoger toda la documentación importante e inventarios para conservarlos en lugar seguro. A la salida de Báez, Trujillo y sus allegados saquearon entonces los almacenes llevándose a ropa hecha, las telas, los artículos de uso doméstico que allí había, etc. para encubrir y preparar la desorganización llevó como jefe de suministro al mayor Fiallo y al mayor Valverde, sus favoritos.

El capitán Báez, que reside actualmente en Guadalupe, conserva una extensa documentación que explica cómo tenía Trujillo organizado el robo en el suministro. La denuncia de ese saqueo hecha por el jefe de suministro e intendente del Ejército, Ramón Aristy, al presidente Vásquez en la última semana de octubre de 1929, ocasionó el plan o primera tentativa de asalto a la Mansión presidencial que debía efectuar Estrella Ureña el 2 de septiembre, martes, a media noche; una denuncia del complot hecha desde Santiago en la tarde de ese mismo día y la llegada de Virgilio Martínez Reyna, a las diez de la noche, a la Mansión, con los detalles hizo abortar el plan.

Otra manera de rapiña en era el sistema de multas, contribuciones, descuentos y gastos extras que se exigía bajo amenaza formal a los que miembros del Ejército por los oficiales representantes de Trujillo. Nunca ningún soldado recibió completa su asignación y de diecisiete dólares mensuales al que mayor consideraba, solamente le dejaban doce dólares. A la mayor parte solo le entrega siete, ocho o diez dólares; al que protestaba lo apaleaban, lo herían o secuestraban en la cárcel. El Ejército, que estaba compuesto de dos mil hombres aproximadamente, nunca tuvo este efectivo, aunque el completo de las sumas asignadas en presupuesto se cobraba regularmente.

Se inventaban regalos a los altos funcionarios con motivo de onomástico o cumpleaños y para comprar un objeto de quinientos dólares se imponía una contribución de un dólar por cada miembro del Ejército, recaudando así el general Trujillo sumas que a veces sobrepasaban de dos mil dólares y que nunca se invertían ni parcialmente en el fin invocado.

En el presupuesto se consignaban anualmente los fondos para los diferentes servicios del Ejército; sin embargo, al finalizar el año aparecían cuentas ilegalmente contraídas, porque los servicios eran cubiertos con órdenes a crédito, mientras las sumas señaladas en presupuesto eran retiradas anticipadamente cada mes. Las cuentas se pagaban por tesorería con sumas distintas a las indicadas en el presupuesto. De este modo constató Mr. Seideman el sistema de presupuestos dobles que llevaba el general Trujillo y la causa de la deuda que anualmente acumulaba el Ejército.

La posibilidad de que al fin se hiciera efectivo algún control por un elemento civil en la administración del Ejército, enervó al general Trujillo y lo indujo a precipitar la traición que venía preparando desde mucho antes. Mr. Seideman expresó frases acusadoras al mayor Fiallo que representaba a Trujillo en la oficina del presupuesto, pues no había sido posible obtener que esa representación la tuviera la Secretaría de Estado que era la llamda, de acuerdo con la ley y hasta con la moral y con los fines del Plan Dawes, a dirigir, representar y controlar la institución armada.

Los puestos fronterizos del ejército no llenan otro papel que el de distraer y engañar a los empleados de las aduanas de Dajabón y Comendador mientras los soldados pasan contrabando a través de los montes obedeciendo órdenes oficiales.
En todas sus maquinaciones e intrigas el general Trujillo ha puesto empeño en hacer creer, con apariencias hábilmente preparadas, que el interés y las influencias americanas se solidarizan con él y que él no ha hecho nunca otra cosa que seguir instrucciones americanas. Para esto ha querido utilizar relaciones con algunos oficiales que estuvieron en Santo Domingo durante la Intervención.

De todos los pormenores relativos a como fue preparada y realizada la traición bajo las apariencias de una revolución popular, están bien enterados el exministro Young y el actual ministro Curtis. De cómo procedió el simulacro de Gobierno organizado por Trujillo y representado por Estrella Ureña, contiene una amplia información la prensa capitaleña de los últimos cinco meses y la poseen igual los señores Lester Posvar y Robert Lane, respectivamente.

No creo que debo hablar aquí de los atropellos y crímenes cometidos por este hombre y las fuerzas que tiene a su disposición, durante el período preelectoral porque a usted mismo le envié algunos recortes de periódicos con las denuncias de la dirección de la Alianza y porque considero que en Washington se está bien al corriente de los escandalosos sucesos ocurridos hasta el mismo día de la elección en que sin incurrir ningún partido a las urnas fueron llenadas estas de votos en los precintos electorales por los representantes de la fuerza excediéndose del porcentaje que corresponde a los votantes dominicanos, puesto que hicieron figurar en las listas más de doscientos veinte mil votos a favor de su candidatura.

Todas las hazañas de este siniestro revelan que se trata de un ser degenerado e irresponsable cuyo instituto criminoso y perverso no puede entregarse el porvenir de una sociedad.

El choque de los intereses y el ardor de los entusiasmos partidaristas surgidos en la dislocación política producida en todas las agrupaciones del país por la revolución nos han permitido conocer en detalles las acciones del general Trujillo, que han venido trascendiendo al público entero después del éxito de su traición.
Confírmole mi carta anterior.

De usted affmo. amigo,
(Fdo.) Ángel Morales

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