La Verdad, 16 de enero de 1962.
Veinte minutos después que el señor Francisco Madera entró por sus propios pies a un privado del hospital José María Cabral y Báez, se diseminó en ese lugar la noticia de que había fallecido.
En realidad, acababa de consumarse uno de los crímenes más inhumanos de cuantos registra la historia del trujillato: se le había inyectado aire en las venas. Su muerte fue terrible.
El señor Germán A. Polanco estaba en el hospital cuando el señor Madera llegó al hospital acompañado por un teniente y dos rasos del Ejército, siendo recibidos por el director del José María Cabral y Báez, doctor Antonio Paulino.
Polanco hizo su relato exclusivamente para La Verdad. Dijo que estaba en el hospital aquel 10 de noviembre como representante de uno de los laboratorios, en su calidad de visitador a médico, cuando llegó el señor Francisco Madera (a) Panchito, con los militares.
Polanco recuerda que Panchito Madera caminaba sin ningún síntoma evidente de estar enfermo o herido, cuando lo entraron al privado. Luego de presentar al doctor Paulino los productos que vendía, este le pidió que le regalara algunas muestras al oficial que había llegado con Paulino.
Al poco momento el doctor Paulino entró al privado, donde no sabe Polanco si estaban otros médicos. Los militares quedaron frente al privado, en la segunda planta del hospital.
A la llegada del fiscal, cuyo nombre no recuerda Polanco, todo el personal del hospital fue grandemente sorprendido con el anuncio de la inesperada muerte.
Se había consumado otro salvajismo de Trujillo y su camarilla. La causa: el dictador quería comprar unas tierras a Madera para el Central Esperanza. Madera se negó, y su negativa fue mortal. Por eso quedó una familia huérfana en Valverde, donde él se ganaba la vida como comerciante.
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