Análisis y documentos de historia dominicana

sábado, 31 de enero de 2015

El general Benito Monción

Por Juan de Js. Reyes

La Información, 7 de mayo, 1935.

Siendo uno de los cabecillas del movimiento del 24 de febrero de 1863, en protesta del artificioso arreglo propuesto por el general Hungría y aceptado por el jefe principal del movimiento, que lo era el general Lucas Evangelista de Peña, aboca sus piezas de cañón en el Paso de Mangá, y las hace que atruenen el espacio en señal de protesta. Es arrollado por la fuerza del número: pero él es el héroes de la reacción: reúne nuevos combatientes en el Paso de San José, donde lo espera en balde, porque aquel se desvía para seguir a Sabaneta, donde ha de caer gloriosamente el coronel dominicano José Mártir.

Todos creen las falaces promesas del general Hungría, y unos se presentan y otros se desbandan; pero el general Benito Monción no las amerita, ni tiene confianza en el decreto general de amnistía que se espera de la Reina Doña Isabel II. Por eso, aunque abandonado por los demás, sigue a Capotillo con los escasos que le quedaban, y allí pugna sobreponiéndose a su terrible situación, y logra prepararse nuevamente para seguir la empresa comenzada. Allí los emisario del general Hungría, en un ambiente de concesiones y promesas, le llevan la dispersión del casi todos sus compañeros de armas.

Viéndose caso solo, intérnase entonces en Capotillo haitiano, reconcentra energías durante una semana y rompe al fin su obligada inactividad.

Ágil, como un jinete de la Pampa, recio como el Aquiles de la mitología, salta lleno de ardor en su caballo, reúne cuantos dominicanos halla dispersos y se sitúa con Cabrera en la loma de David. Derrotado Cabrera, corre Monción para darle auxilio, arrastra a los patriotas que había sido desbandados y al peso de la media noche da un terrible asalto al enemigo que se hallaba entre David y la ermita vieja de Capotillo.

Quien, tras de tantos reveces se había levantado perseverante y fuerte, ahora, con la divina embriaguez del primero de sus triunfos, tendría que sentirse arrebatado por el fuego de los héroes inmortales.

Pero había agotados las escasas municiones con que contaba: por esto, intérnase nuevamente en Haití, donde había de suministrárselas el general revolucionario Salnave; y, con Santiago Rodríguez, Pablo Reyes, Juan de Mata y otros abnegados restauradores, vuelve levantando en la diestra la primera bandera dominicana que flotaría en los ardidos campos de la revolución.

Divididas las fuerzas redentoras, a Monción le corresponde avanzar hacia Guayubín. Divisa desde el Cerro de La Patilla la columna del brigadier Buceta, avanza sobre ella, le mata el práctico, y sigue picándole la retaguardia. Gana terreno el español, pero al encontrarse con Pimentel en el Paso de Macabón, no tarda en tener encima nuevamente las descargas de Monción, quien reuniéndose a Pimentel, juntos persiguen a los españoles hasta Castañuelas. Alumbrando con hachos de cuaba las huellas del enemigo cerciórase Pimentel de que este avanza hacia Guayubín.

Sigue Monción a Pimentel y juntos, le alcanzan en Doña Antonia y le derrotan completamente sin darle punto de reposo en la persecución. Van delante de los suyos Monción y Pimente; quédase este algo atrás porque ya su montura no resiste, y ha continuado a pie; avanza solo Monción y al tratar de herir a Buceta, cae de su caballo. Aprovecha esta oportunidad un dragón español, se revuelve y le descarga un golpe en la cabeza. Ya iba a rematarle, cuando llega Pimentel y derriba de un balazo a tan desesperado combatiente.

A Monción en el sitio de Santiago, se le vio primeramente desplazado en Cárcel Vieja; a la hora del ataque a la fortaleza San Luis, batiéndose cuerpo a cuerpo con el enemigo. Tras la refriega con el general Cappa un momento de indecisión entre los patriotas, debido a la escasez de municiones; pero hay tres hombres que conjuran el peligro; uno es Gaspar Polanco, otros es Gregorio Luperón; el otro es el émulo de ellos, el otro es el general Benito Monción.

Todavía el incendio de Santiago parecía reflejarse en sus ojos cuando vuela hacia Gurabito para prestarle auxilio al general Gregorio Luperón que perseguía la ruta de los españoles hacia Puerto Plata. Cae la noche y espera a los combatientes; pero, al nuevo día, será Benito Monción el primero en hacer fulgurar su machete ensangrentado en el Limón.

Tiene La Gándara la obsesión de establecer el centro de sus operaciones en Montecristi y se dispone atacarlo. La plaza está al mando del general Monción, quien, aún dándose cuenta de que no está bien prevenida para la resistencia, resiste, aunque inútilmente el ataque porque había que salvar la honra nacional.

Después replegándose en Laguna Verde, allí se esfuerza en atajar el paso de una columna enemiga; no puede lograrlo, y va a esperarla en El Duro, donde establece fuertes cantones logrando, al fin, hacer retroceder las fuerzas españolas.

Patriota cien por ciento cree verdades las intrigas de gabinete que derrocan al general J. Antonio Salcedo, y quiere ser, el primero en fusilarlo. Gobernador de Montecristi en 1885, hace bajar la bandera haitiana indebidamente izada en Gurabo; y, por último, al frente de una revolución potente en 1886, tuvo la desgracia de verse derrotado; luchaba por defender las libertades, pero sin recursos suficientes, con sobra de comandatarios, y contra ese coloso de la historia nacional que se llama Ulises Heureaux.

El general Benito Monción fue el héroe de las reacciones, y su espada de valiente nunca llegaba tarde a los peligros.

2 comentarios:

  1. En este relato histórico y en su canto épico "Fragores", el poeta-historiador, da detalles inspirados de todos los gloriosos hechos y acontecimientos de las luchas más encarnizadas e inverosimiles de nuestra historia,atestiguando el bardo maeño con estos relatos que era un conocedor profundo de nuestra historia y que conocía al dedillo todo cuanto ocurrió en los gloriosos campos de batallas, de nuestra línea noroeste, Soberano Escudo de nuestra libertad.

    Antonio Mateo Reyes.

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  2. Parece que sentía atracción por los generales Benito Monción y Gaspar Polanco pues le dedicó un poema a este último.
    Rafael Darío Herrera

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