Análisis y documentos de historia dominicana

sábado, 6 de agosto de 2016

El Calvario de Sánchez

Por Manuel Rodríguez Objío
La Cuna de América, año VIII, febrero de 1920.


Nota: En la publicación de este artículo se ha respetado la ortografía del autor

El 27 de Febrero de 1844, un joven que vivía errante y proscrito por el Gobierno haitiano, y cuyos funerales se habían celebrado, apareció ante sus conciudadanos llamándolos a las armas. DIOS, PATRIA Y LIBERTAD fueron sus gritos de guerra, y su heroica divisa el pabellón cruzado. Los dominicanos correspondieron a este alerta sublime con todo el entusiasmo del patriotismo, y una nueva estrella republicana brilló en los cielos de la América. ¿Queréis saber cuál fue aquel ángel redentor del pueblo dominicano? El proscrito, el errante: el joven Francisco Sánchez.

Cuatro meses de gloria y aura popular fueron bastante para que se fraguasen en el yunque del crimen los eslabones de esa larga cadena de infortunios que solo pudo quebrantar en la tumba.
En el mes de Setiembre del mismo año 44 recogieron en Dublin, en una casa de beneficencia, un náufrago desconocido. Había un joven hispano americano, de sangre mestiza, como todos los hijos de Sud América: su apostura era elegante, sus manera corteses, su conversación fácil y amena; por la mirada, Oconell habría descubierto el jenio del patriotismo cubierto con los harapos de la mendicidad. ¿Queréis conocer aquel náufrago infortunado? Era el joven proscrito Francisco Sánchez.

Para eternizar la memoria gloriosa del 27 de Febrero, el gran tirano de la Patria, Santana, hizo fusilar en su primer aniversario, una mujer heroica como la Pola Granadina, la misma que había fabricado con sus manos multitud de cartuchos para llevar a cabo la obra de independencia. Llamábase aquella gran mujer Trinidad Sánchez, y la acompañó en el suplicio su sobrino Andrés Sánchez. Eran estas víctimas la tía carnal y un hermano del náufrago Francisco Sánchez.

En 1848, bajo el gobierno de Jiménez, tornó del ostracismo a la patria un hombre que perseguido por la ingratitud de sus correlijionarios se sepultó largos días en las sombras del olvido público. ¿Queréis oir el nombre de aquel esclarecido ciudadano? Era el gran proscrito Francisco Sánchez.

Cuando la invasión haitiana del 49 un soldado voluntario se incorporó en las filas de los defensores de la Patria…
Santana, que por aquellos días sublevó contra Jiménez el ejército, hizo apreender aquel soldado abrumándole con los mayores ultrajes y el más indigno tratamiento. ¿Queréis conocer ese desgraciado prisionero? El General Francisco Sánchez.

Mientras duró la primera administración de Báez, éste no cesó de hacer espiar todos los pasos de un hombre que vivía ejerciendo la profesión de abogado. Era este abogado un hombre que los tiranos acechaban cuando no le perseguían. ¿Queréis saber su nombre? El General Francisco Sánchez.

En Marzo de 1855 abortó una revolución manejada por Báez y sus adeptos, para derrocar la tiranía de Santana, asentada tercera vez en el poder. Hubo un ciudadano práctico que ninguna participación tomó en dichos manejos, y que fué, sin embargo, condenado al ostracismo, sin haberse llenado fórmula ni requisito alguno. ¿No conocéis quién fue aquel proscrito inocente? El héroe del 27 de Febrero, el Gral. Francisco Sánchez.

En 1856, después de la matrícula, un proscrito llevado a su patria, fué colocado al frente la Gobernación de Santo Domingo. En este destino no cesó un momento de dispensar a sus enemigos la más jenerosa protección. El mismo Santana fué prisionero, y le trató con tanta indulgencia que incurrió en el desagrado de Báez, a quien le había aliado la desgracia…¿Queréis saber quién era aquel humano y digno mandatario? El General Francisco Sánchez.

Derrocado Báez por la revolución de Julio, Sánchez no quiso volver al ostracismo: su conciencia, que de nada le acusaba, le inspiró una confianza ciega en el reconocimiento de sus protejidos, y permaneció en Santo Domingo retirado una vez más de la vida pública. Sus constantes verdugos volvieron a adueñarse del poder, y la presencia de la víctima despertó de nuevos sus instintos.

Un ciudadano digno de los mayores respetos por su edad, su rango, sus virtudes, sus glorias y aun por sus infortunados fue asaltado un día por un mancebo ebrio, sicario de Santana, que se había propuesto consumar un horrible asesinato… ¿Conocéis la víctima destinada al sacrificio? El General Francisco Sánchez.

El 30 de Agosto de 1859, un hombre fue preso y expulso sin forma de juicio. Se ignora aún la razón que motivó aquella violencia, condenada desde luego por la voz pública. ¿Queréis saber el nombre del proscrito? Llamábase Francisco Sánchez.

Por el mes de Diciembre del mismo año atacado de una dolencia cruel, veíase rendido en el hecho del dolor un proscrito asistido de la caridad extranjera. ¿No sabéis quién era? El General Francisco Sánchez.

En el mes de Enero de 1861, un General dominicano, proscrito y enfermo pasó desde San Thomas a Puerto Príncipe, con ánimo de interesar el Gobierno haitiano en impedir la anexión de Santo Domingo a España, facilitándole recursos para presentarse en armas a combatirla. ¿Desconocéis el gran patricio? Era el General Francisco Sánchez.

En el mes de Mayo del mismo año, después de luchar y vencer mil contratiempos, un héroe pasó la frontera haitiana encabezando un grupo de dominicanos. Aquél héroe había dirigido a sus compatriotas un manifestación que contenía, entre otros, los conceptos siguientes: “si la maledicencia buscase pretestos para mancillar mi conducta, responderéis a cualquier cargo diciendo en alta voz que yo soy la bandera nacional”. ¿No conocéis el héroe que se expresaba de este modo? Era el mismo que plantó el pabellón de la cruz sobre el Baluarte del Conde el año 44.

Así lo recordó el gran patricio en la alocución que dirigió a sus compañeros de gloria.

Oídle una vez más: “He creído cumplir con un deber sagrado poniéndome al frente de la reacción que impida la ejecución de tan criminales proyectos, y debéis concebir desde luego que en este movimiento revolucionario ningún riesgo corren la independencia nacional ni nuestras libertades, cuando lo organiza el instrumento de que se valió la Providencia para enarbolar la primera bandera dominicana…”.

El 4 de Julio un prisionero político, gravemente herido, fué conducido al patíbulo en una silla de brazos. Elevado en esta especie de tribuna fúnebre, alentaba con voz enérjica a veintidos compañeros de suplicio y repetía por momento este versículo de David: “Tibi soli peccabi”. ¿Conocéis aquél ilustre mártir de la libertad? Era el Padre de la Patria, el General Francisco Sánchez.

Después de consumada la horrible hecatombe, cuéntase que el General A. A. Alfau, jefe de ejecución, clavó con la punta de su espada el cadáver de una las víctimas diciéndole: “rie, rie ahora”. ¿Queréis saber quien era aquel muerto encarnecido? El héroe del 27 de Febrero, el General Francisco Sánchez.

Hay una pobre tumba en el cementerio de San Juan, la cual hizo empedrar un día el joven Rodríguez, y ponerle una cerca de tablas de palma. ¿No os llama la atención esa tumba? Es el último asilo de la gran víctima el monumento consagrado a la memoria del Padre de la Patria, del General Francisco Sánchez, Creador de la nacionalidad dominicana, y primer soldado de la independencia de la Patria. Heróico y grande al nacer como hombre público en 1844; heróico y grande fue al morir en 1861.

Brilló en el oriente de su tempestuosa vida y descendió al ocaso con majestad y luz, legando a las generaciones que le sucedan, el creciente reflejo de su gloria, un ejemplo sublime a los patriotas, y un estigma oprobioso a los traidores, que se perpetuará en sus descendientes.

Oscuro o proscrito errante y perseguido por todos los Tiranos fue Sánchez el Padre de la Patria, y a la vez su víctima expiatoria. El postrer momento de aquel hombre grande y desangrado, fué mas solemne porque concurrió a la agonía y muerte de una nacionalidad.

Como Cristo él fué palmoteado y bendecido en la Jerusalen dominicana el año 44. Él escuchó por cortos días el Hosanna de su pueblo… Mas tarde tuvo su pasión y su calvario, habiendo exhalado el último aliento y caído con la cruz de la redención nacional.


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