Por Rafael Darío Herrera
Además de ejercer el oficio de carpintero, Carlos Daniel manifestó temprano una vocación hacia la milicia. El 25 de septiembre de 1902 el Ayuntamiento de Mao lo designó comisario municipal con un sueldo de 17 pesos. Y en esos primeros años del siglo XX se incorporó a los distintos movimientos guerrilleros que en la Línea Noroeste comandaba el caudillo liniero Desiderio Arias y en tal sentido participó en las sangrientas luchas que se verificaron en el país durante el años 1912 contra el gobierno despótico del general Eladio Victoria.
El general Daniel desarrolló una sólida amistad con Desiderio Arias y en febrero de 1914 organizó una fiesta en su honor en el salón municipal. Cuando Arias fue designado como ministro de Guerra y Marina designó a su amigo al frente de la Comandancia de Armas de Mao. Su accionar en este cargo a favor de la candidatura de Juan Isidro Jimenes Pereyra en las elecciones de ese suscitó la protesta de Amado Franco Bidó, delegado de la Junta Horacista y Dimas de Js. Rodríguez, presidente del Comité Libertad. Expusieron al bufete electoral de Valverde:
“Que como es de pública notoriedad durante más de veinte días estuvo trabajando por los campos de la común el general Carlos Daniel la candidatura de Jimenes y que cuatro o cinco días antes de la comenzarse las elecciones fue dicho individuo nombrado Jefe Comunal pasando a continuar sus trabajos elecciones el exjefe comunal Sr. Ismael Madera; que ese cambio gubernativo ha venido perjudicando notablemente la libertad del voto, y que considerando ello como una violación a la Ley Electoral y en virtud de ello levantan ante ustedes la protesta consiguiente y retiran la candidatura del general Vásquez que sustentan”. (Acta del Ayuntamiento, 27 de octubre de 1914). Naturalmente los resultados favorecieron al jimenismo con 453 votos contra 68 de los horacistas.
Entre las tareas que ejecutó en tal condición se destaca la celebración de revistas cívicas en las comunidades rurales que eran actividades destinadas al control de la población rural: “Dentro de pocos días estarán todas las secciones organizadas con las revistas parciales que con gran éxito viene celebrando nuestro popular jefe comunal Carlos Daniel todos los domingos. Ayer fueron sometidos varios que no asistieron a la revista el domingo en Jaibón, aplicándole un peso de multa a cada uno. Y de acuerdo con lo dispuesto por el digno gobernador de Santiago, con gran actividad ha procedido a la recogida de las armas largas. Si esto pudiera llevarse a cabo en toda la República, mucho más difíciles harían las revoluciones”. (El Diario, 1º de mayo de 1915).
Cuando se produjo la ocupación militar norteamericana, el general Arias instruyó a los generales Apolinar Rey de Puerto Plata, Miguel Rivas gobernador de Montecristi, Cesáreo Jiménez y otros militares allegados a él como el general Carlitos Daniel para que enfrentaran a las tropas interventoras. En un telegrama que le envió al general Calú Ares le decía:
“Enterado de su parte. Estoy satisfecho de su lealtad y patriotismo. Se trata de la defensa de la independencia de la República y espero que usted en unión de Melitón Sánchez volverán a ocupar sus puestos en Las Trincheras”. (En María Filomena González, Línea Noroeste. Testimonio del patriotismo olvidado, San Pedro de Macorís, 1985, p. 43).
En otro telegrama dirigido al general Miguel Rivas de Montecristi le decía: “Me ha extrañado que usted esperado en la ciudad las fuerzas americanas. General Rey en Puerto Plata está combatiendo contra nuestros enemigos en su honor de militar. Piense únicamente en la Patria y en las consecuencias fatales que a ella traerá la invasión yanqui. Ocupe buenas posiciones. Esté siempre a la defensiva”. (Ibídem).
En consonancia con esta directriz trazada por el general Arias, Carlitos Daniel empezó a ejecutar los aprestos militares para enfrentar a los yanquis, labor a la que se integró el capitán Máximo Aurelio Cabral Reyes (1887-1916), quien en ese momento formaba parte de la Guardia Republicana. Sin embargo, el general Arias al ponderar la superioridad militar del fuerzas militares con las que se enfrentaría emitió una contraorden y envió telegramas a todos los jefes militares del país. En una carta, fechada el 6 de julio de 1916, que remitió al general Miguel Rivas le decía lo siguiente:
“En vista de la indiferencia de la gran mayoría del país, que no respondió como era debido a la protesta armada iniciada y sostenida por mi contra la usurpación del Poder Ejecutivo por los Secretarios de Estado y contra la invasión y ocupación del territorio de la República por las fuerzas militares americanas; y en vista de lo infructuoso que sería continuar el sacrificio sin posibilidad de triunfar definitivamente por medio de las armas contra la fuerza superior de una poderosa nación extranjera y la hostilidad de un número considerable de dominicanos y habiendo obtenido las más amplias garantías de libertad de vida e intereses para mi y todos mis correligionarios y compañeros de armas, […] he depuesto las armas y me resigno a permanecer en esta ciudad (Santiago, RDH), en actitud pacífica y expectante, dedicado a laborar en la paz por la buena organización del país y del partido. Desarme su gente, guarde las armas y espere la elección del Presidente”. (Ibíd, p. 45).
En Mao recibió el telegrama con la contraorden Francisco Daniel (Pancho) y de inmediato lo envió a su hermano Carlos Daniel con Pedro de Js. Espinal (Pedro Mao) quien se desplazó hacia la Barranquita pero ya el combate se hallaba en su apogeo y resultó imposible la entrega.
Durante la ocupación militar el general Carlos Daniel no estuvo en "prisión domiciliaria" como se ha escrito sino que continuó ejerciendo las labores de jefe comunal. El periódico La Información, en su edición del 5 de marzo de 1917, reseñaba el viaje de placer que realizó a Santiago en compañía de Emilio Reyes, Luis Bueno, José Espinal, Santiago Espaillat, Francisco Madera, Carlos Daniel y Francisco Reyes”. También estuvo en esa ciudad y visitó el Campo de la Exposición Regional que se organizaba en ese momento en compañía de otros destacados ciudadanos de Mao. (Véase El Diario, 18 de abril de 1918).
Es muy probable que haya llegado a un entendido con las autoridades militares estadounidenses pues colaboró con estas en el proceso de recolección de armas: “Se dice que desde mañana saldrá el Jefe comunal, general Carlos Daniel, a los campos a recoger armas, lo que se hacía necesario pues no era justo que los habitantes del pueblo estuvieran desarmados y los del campo no”. La Información, 25 de enero de 1917.
Posteriormente leemos en el mismo periódico, de fecha 14 de febrero de 1917, reseña lo siguiente: “Nuestro jefe comunal, Gral. Carlos Daniel, ha recogido en nuestros campos una buena cantidad de armas largas y cortas las cuales se enviaron hoy al jefe de la Policía Nacional”.
Daniel permaneció en el puesto de jefe comunal hasta el 30 de septiembre de 1918. El periodista Dimas de Js. Rodríguez lo despidió con estas positivas palabras: “Es nuestro deber hacer consignar que durante los cuatro años que sirvió al frente de esta jefatura fue siempre un celoso funcionario, sin realizar ninguna violencia ni atropello, habiéndose captado por lo mismo, general estimación”. La Información, 10 de octubre de 1918.
Al permanecer el Partido Liberal y el general Arias fuera de poder entre 1918 y 1928 el general Carlos Daniel se recluyó en la vida privada. Su reaparición en la vida pública se produjo en 1928 cuando de nuevo se procedió a la reorganización de dicha entidad y se le designó como delegado de la Junta provincial del partido junto a Francisco Morillo y Efraín Reyes. En marzo de 1930 formó parte de la amplia comitiva de maeños que trasladaron a Santiago los restos de Máximo Cabral, Agustín Cabral y Pancho Peña.
Cuando el general Arias se vio conminado a marcharse a las lomas de Gurabo, ante la información de que un grueso contingente militar cruzaba el río Yaque del Norte por el Paso de Guayacanes con el fin de liquidarlo, Carlos Daniel realizó diversos disparos en distintos puntos de la ciudad de Mao con la finalidad de despistarlo. Y cuando se produjo el asesinato de Arias logró cruzar la frontera domínico haitiana y situarse en Cabo Haitiano junto a los hermanos Torres (Carmito, Nano), Mateo Aguilera, Panchito Morillo y otros seguidores del general Arias, una de parte los cuales se entendieron con agentes de Trujillo y negociaron su retorno al país, como Morillo y los hermanos Torres.
Dado que el general Daniel nunca se entregó a las autoridades militares es improbable que aconteciera lo que se relata en el siguiente párrafo:
“Un caso bastante excepcional lo fue el del general Carlos Daniel, participante en la batalla de La Barranquita en 1916 y lugarteniente de Desiderio Arias. Poco después de la muerte de su jefe se entregó a las autoridades y cuando lo llevaban para la fortaleza por la calle Duarte de Santiago, al doblar la esquina de la Tabacalera un desiderista que lo vio pasar, desde la acera le gritó: “Qué pasó, Carlitos”. Y este le respondió: “Que más vale un mal arreglo que un buen pleito”. (Bernardo Vega, Trujillo y Haití, 1930-1937, V. I, Santo Domingo, 1995, p. 157).
Anselmo Paulino, cónsul dominicano en Cabo Haitiano, informó que en 1932 logró que las autoridades haitianas encarcelaran a Carlos Daniel por el porte ilegal de arma de fuego.
En una carta que le envió Moisés García Mella a Trujillo, el 25 de mayo de 1933, le remitió una lista de los exiliados antitrujillistas residentes en Jeremie, Haití, a los cuales se les permitiría salir de allí una vez se determinara el lugar donde se le permitiría vivir. Trujillo ejerció presión diplomática sobre las autoridades haitianas para que mantuvieran vigilados a los dominicanos antitrujillistas residentes allí pues representaban un peligro para la estabilidad de su incipiente régimen. En el grupo se encontraban Carlos Daniel y Abel Bonilla, padre de una numerosa familia en Mao como Félix María Bonilla, Neney Ventura, Altagracia Herrera, Pericles Herrera y otros. (B. Vega, Trujillo y Haití, 1930-1937, V. I, pp. 152-153). Abel nunca retornó al país y se desconoce el lugar donde se halla sepultado.
Carlos Daniel logró desplazarse a Cuba y se integró al grupo liderado por el licenciado Estrella Ureña que organizaba la expedición de El Mariel. Trujillo, que se mantenía al tanto de todos estos movimientos conspirativos, en junio de 1934, basándose en el Tratado de extradición vigente en ese momento, instruyó a Tulio M. Cestero, de la Legación dominicana en La Habana, para que solicitara al gobierno cubano la extradición de Carlos Daniel, Rafael Estrella Ureña, Ángel Morales, Alexis Liz y Luis Silverio Gómez bajo el alegato de que eran reclamados por la justicia reclamaba por “malversación de caudales públicos”.
En 1942 Lesbia Ramírez Madera, inició gestiones con el presidente de la Junta Comunal del Partido Dominicano en Imbert, Juan Bautista Mariotti, para el retorno de Carlos Daniel al país que en ese momento se hallaba en Guantánamo, Cuba. Paíno Pichardo, presidente de la Junta Superior Directiva de ese partido le informó a Mariotti que el cónsul dominicano en Santiago de Cuba, Luis E. Bonetti, tenía instrucciones de poner a disposición de Daniel un pasaje por la vía aérea desde esa ciudad a San Pedro de Macorís así como una suma de dinero para sus necesidades privadas. (Reproducida por Elíades Acosta, La dictadura de Trujillo, 1940-1949, T. II, Vol. 4, Santo Domingo, 2013, pp. 106-107).
Sin embargo, Carlos Daniel no retornó al país en ese momento y al parecer se involucró en la organización de expedición de Junio de 1949 por Luperón, lo cual generó un hecho trágico en su familia pues los militares dominicanos apresaron a tres de sus hijos que residían en Bajabonico Imbert, donde ejercían actividades comerciales, con la excusa de que debía ofrecer declaraciones sobre la expedición, entre ellos a Carlos Daniel Ramírez que ocultaba su identidad con el nombre de Pedro Canela pero un compadre suyo lo delató, y los fusilaron en Los Caños de Luperón. Los otros dos eran hijos de Amantina Inoa: Andrés Antonio Inoa y Fernando Bolívar Inoa. Aquilino Inoa, el otro hijo de Amantina Inoa, que también residía en el área, se salvó porque poco antes había contraído nupcias con Ana Virginia Benedicto y en el momento del apresamiento se encontraba en Salcedo Es muy probable que las autoridades encontraran en el avión, o en los bolsillos de algún expedicionario algún documento comprometedor para Daniel Ramírez pues sus otros hermanos realizaban trabajos de carpintería en el lugar.
En 1955, con 76 años de edad, el ya exhausto general Carlitos Daniel le pidió a Trujillo que deseaba morir en su patria y el 18 de octubre de 1957, con su facultades mentales ya deterioradas, falleció producto de un infarto cardíaco en Villa González, Santiago, de acuerdo con el acta de defunción tardía realizada por Agustín Urbano Tineo, oficial del Estado Civil del municipio de Valverde, el 20 de noviembre de 1963, reproducida en familysearch.org.
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