Por Juan de Js. Reyes
La Información, 7 de mayo, 1935.
Siendo uno de los cabecillas del movimiento del 24 de febrero de 1863, en protesta del artificioso arreglo propuesto por el general Hungría y aceptado por el jefe principal del movimiento, que lo era el general Lucas Evangelista de Peña, aboca sus piezas de cañón en el Paso de Mangá, y las hace que atruenen el espacio en señal de protesta. Es arrollado por la fuerza del número: pero él es el héroes de la reacción: reúne nuevos combatientes en el Paso de San José, donde lo espera en balde, porque aquel se desvía para seguir a Sabaneta, donde ha de caer gloriosamente el coronel dominicano José Mártir.
Todos creen las falaces promesas del general Hungría, y unos se presentan y otros se desbandan; pero el general Benito Monción no las amerita, ni tiene confianza en el decreto general de amnistía que se espera de la Reina Doña Isabel II. Por eso, aunque abandonado por los demás, sigue a Capotillo con los escasos que le quedaban, y allí pugna sobreponiéndose a su terrible situación, y logra prepararse nuevamente para seguir la empresa comenzada. Allí los emisario del general Hungría, en un ambiente de concesiones y promesas, le llevan la dispersión del casi todos sus compañeros de armas.
Viéndose caso solo, intérnase entonces en Capotillo haitiano, reconcentra energías durante una semana y rompe al fin su obligada inactividad.