Por Félix Servio Docoudray
Reino del guayacán y el dividivi.
Desde el Mao hasta el Ámina por donde anduve.
Dura madera insobornable de estirpe numerosa en la sequía, que el hacha trajo a menos mordiendo el bosque antiguo por codicia.
«Zafra del guayacán» llegó a decirse.
A tal punto, que al río Yaque del Norte, acostumbrado a salir por la bahía de Manzanillo, le torcieron el final por cauce nuevo para que el agua inmemorial cargara troncos hasta la bahía de Montecristi donde el puerto esperaba con el barco.
Todavía, y a pesar de esos pesares, el guayacán tiene flores azules (como las del romero, niña isabel). De un azul breve, zafiro, forestal.
Y el dividivi blancas o marfil.
Y más allá cambrones y alpargatas en la fraternidad de las espinas.
Paisaje de cayucos asoleándose y el sisal consonante que plantaron e implantaron.