jueves, 12 de febrero de 2015

Crónica del recital del poeta Juan de Jesús Reyes

La Información, 17 de febrero, 1938.


Pocas veces una conferencia o recital ha alcanzado mayor interés y entusiasmo que el recital del poeta Reyes, celebrado el sábado último en la Amantes de la Luz. Desde las primeras horas de la mañana veíanse por nuestras más transitadas calles elegantes grupos de damas lujosamente ataviadas, en que se notaba el mayor entusiasmo y a eso de las 3 o 4 de la tarde eran ya verdaderos enjambres, pues una guagua repleta de maeños fue portadora de valioso aporte de aquel pueblo que ha surgido robusto a la vida propia, tras el fecundante reguío de sus amplias regolas y el brazo pujante de sus hijos, que han convertido sus yermas campiñas en opulentos arrozales que las brisas mecen cual miríadas de espigas de interminable cañaverales en las tardes de primavera.

Pero cuando Febo se ocultaba por Occidente y la luna esplendorosa ganaba el cénit y prestaba a la ciudad de los 30 Caballeros todo su esplendor, hoy más esplendorosa que nunca, ya que la calle del Sol, hoy Presidente Trujillo, con sus múltiples vidrieras lujosamente decoradas y profusamente iluminadas, nos recuera la Vía Blanca de Broadway; y todas las avenidas de nuestra urbe como que desaguaban a la esquina 30 de Marzo y 16 de Agosto, donde tiene su asiento la sociedad Amantes de la Luz.

Y esta, profusamente iluminada y predispuesta con gran cantidad de asientos como la que espera una tremenda avenida; y es el caso que ya a las 8:00 P. M., cuando todos los asientos estaban ocupados, hubimos de salir en busca de refuerzos de los mismos; más todo fue inútil, pues los espectadores afluían a borbotones y cuando por fin el poeta Guzmán Carretero, con voz sonora y dicción fácil nos presentaba el poeta Reyes, estaban congestionados de público el patio y las puertas, ávido de escuchar el esperado recital.

El presentador fue breve como cuadraba con la impaciencia de público, y profundamente emocionado se nos presentó el poeta Reyes en medio de una nutrida salva de aplausos, comenzando por recitarnos su Poema a la Ciudad de Santiago. El momento fue emocionante: el poema era épico, robusto enardecedor y al terminar una nueva lluvia de aplausos atronó el recinto. Después recitó su poema al esclarecido maestro Peña y Reynoso, fundador de la sociedad Amantes de la Luz, luego el soneto Benefactor y por último el Viejo caballo de batalla a la memoria del general Gaspar Polanco. El poeta recobró su asiento en medio de una lluvia de aplausos.

Y agotado este número las señoritas Idalia de Peña y Nanita González, abordaron la romanza Margarita, bellísima composición musical en que la cantante, unas veces como flauta mágica, otras como ruiseñor escalaba con facilidad admirable las más altas notas. Al terminar el público la ovacionó frenético.

Vueltos a sus asientos escaló la tribuna el presbítero canónigo González, quien nos llevó un inspirado trabajo y nos invitó a paladear las bellezas de las composiciones del poeta Reyes Benditas seas y Constelaciones. Solo diremos que el padre sabe recitar y estaba en su género; por consiguiente, rayó en lo divino y el público lo recompensó largamente.

Y subió a la tribuna el joven Antonio Reyes Fernández, que nos recitó una composición suya dirigida al poeta Juan de Jesús Reyes y en seguida, la de este, titulada La República, donde el poeta hace derroches de galanura cantándole con férvido entusiasmo a la democracia y a los derechos inmanentes del hombre, convertido por esta en árbitro de los destinos de los pueblos, ya la que el recitador le comunicó toda su vida y todo su fuego juvenil.

Y cuando el ruido de los aplausos se perdía en el espacio, escaló la tribuna nuestra magistral recitadora Celia Cruz de Colón, con el bellísimo poema El río Mao donde el poeta pinta con belleza singular los más bellos panoramas de nuestra zona tropical, reflejando en las límpidas corrientes del caudaloso río, toda las bellezas de una panorama encantador. Indiscutiblemente estuvo encantador el poema.

También estuvieron a la altura de las circunstancias las señoritas Elba Cabral y María Altagracia Budajir, que recitaron con gracia y vida las composiciones del poeta maeño La voz del pájaro azul, El lagarto, el soneto El arroz, Mieles de bendición y Flores de cactus, en que el autor tan pronto nos hace viajar por los espacios siderales, como escruta las bellezas de la naturaleza en sus múltiples manifestaciones, que los labios de estas graciosas niñas nos hicieron sentir la impresión de que libábamos mieles.

Y por fin escaló la tribuna el poeta santiagués Fulvio Liz, con el bellísimo canto a La madre América, la predilecta creación del poeta Reyes. Yo he leído varias composiciones de este género, por ejemplo, Oda a la Zona Tórrida de Andrés Bello, bellísima, por cierto, pero ninguna tan bella y tan ampliamente descriptiva como la del poeta maeño, que tal parece que ha vivido sus mares, sus ríos, sus montañas, sus valles, sus bosques y sus enhiestos volcanes; a todo le cantó el poeta con un estro admirable y el recitador del poeta cuando bajó de la tribuna el estruendo fue formidable.

Juan Lockward nos deleitó con dos de sus cantos favoritos y favoritos del público, y al terminar, él y la Srta. Nanita Gonzálea nos deleitaron nuevamente con un ternísimo dúo.

Todo resultó encantador y esta noche no solo fue una noche de deleites, sino de sorpresas: cuando recital terminaba el salón a donde no cabía un alma más y casi estaba lleno de bellísimas damas, como movido por un resorte y llenando el pasillo cual silenciosa procesión se dirigieron a la tribuna, todas provistas de los más bellos bouquets de los jardines de Mao y Santiago, y había que ver al poeta embelesado, no alcanzándole las manos de él y de los que los saludábamos a colocar tantas flores en las mesas, en las sillas de la tribuna y en el suelo, ya que estas damitas eran madrinas de honor del recital y homenajeaban con ternura al poeta con más de cien ramilletes de flores.

En este momento el poeta reacciona de su éxtasis y dirigiéndose al público nos regla una bellísima pieza escrita expresamente para la mujer santiaguesa, que arrancó una nutrida salve de aplausos.

Y cerró este bello festival el presidente de la Sociedad con elocuentes palabras de gracias para el poeta, los artistas, las recitadoras y el pueblo.

Y ya al partir con el cortejo de damas y caballeros a su residencia de Mao, el público reunido fuera del local lo despidió con desbordamiento de entusiasmo.

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