lunes, 6 de marzo de 2017

MATÍAS RAMÓN MELLA CASTILLO

Por Rafael Darío Herrera


A lo largo de su itinerario político y militar, Matías Ramón Mella Castillo demostró una notable capacidad para la acción, faceta que ha sido resaltada con acierto por la mayoría de sus biógrafos.

En tal sentido, se ha considerado que Mella encarna la marcial audacia y que era resuelto, valiente, dotado de sagacidad política, intrépido además de su proverbial patriotismo.
El escritor Manuel de Js. Galván lo califica como “un hombre de pensamiento y reflexión, de vasta y bien calificada inteligencia… incapaz de temor, audaz por prudencia, y pronto a la acción y al sacrificio cuantas veces columbró un objetivo digno de su esfuerzo”.

El historiador José Gabriel García define a Mella como un “patriota sincero, de razón templada y serena, de corazón magnánimo y sentimientos caballerosos”.

En tanto que el sabio puertorriqueño Eugenio María de Hostos, estimaba que Mella “tenía los atractivos personales que seducen a las multitudes y los méritos sociales que atraen a la porción más culta de una sociedad. Y además de ser un patriota, era un joven bello, instruido y de prosapia hidalga”.

Mella nació en la ciudad de Santo Domingo el 25 de febrero de 1816, hijo de Antonio Mella Álvarez y de Francisca Castillo Álvarez. Su juventud transcurrió por ende en la etapa de la dominación haitiana entre 1822 y 1844 y debió recibir una educación acorde a las limitaciones de este período. Aunque no se conservan detalles particulares de la vida temprana de Mella es evidente que los primeros años de su vida transcurrieron en un entorno en el que se expresaban sentimientos de rechazo hacia el opresivo régimen haitiano.

Sobre el nombre de Mella se registran algunas confusiones que aclara el historiador Alcides García Lluberes. En su partida de bautismo figura únicamente como Ramón pero entre 1843 y 1844 firmaba como M. R. Mella, es decir, como Matías Ramón Mella y como nació entre el 24 y el 25 de febrero y la primera fecha corresponde al de uno los santos que es Matías. Por tanto, su nombre correcto era el de Matías Ramón Mella y Castillo.

De los primeros años de la vida se conocen escasos detalles. Si se sabe que el joven Mella se dedicó al corte de maderas preciosas en San Cristóbal y que residiendo allí contrajo nupcias, el 31 de agosto de 1836, con María Josefa Brea con quien procreó cuatro hijos. En 1838, con apenas 22 años, Mella se incorporó a la sociedad secreta La Trinitaria que lideraba Juan Pablo Duarte, el iniciador y propagador de la idea separatista, de cuyo círculo íntimo formó parte junto a Francisco del Rosario Sánchez, Pedro Alejandrino Pina y Juan Isidro Pérez en el propósito de librarse de la opresión haitiana y constituir una república independiente.

El 26 de enero de 1843, y por disposición de Duarte Mella viajó a Los Cayos de Haití y se hospedó en la casa de su amigo, el gobernador general Maximilien Borgellá, donde entró en contacto con los revolucionarios haitianos y acuerdo su respaldo al movimiento La Reforma, dirigido por Charles Hérard, que procuraba derrocar al gobernante Jean Pierre Boyer, paso decisivo que facilitó la independencia de los dominicanos.

En junio de este último año, Duarte comisionó a Mella para que realizara labores propagandísticas a favor de la independencia en la Región Cibao, la más poblada de todo el país y luego del triunfo de la Reforma invitó a los grupos conservadores, llamados los afrancesados, para que lo acompañaran en el movimiento revolucionario que tenía preparado. Pero en lugar de brindar apoyo a los propósitos separatistas de Duarte, estos procedieron a la “denuncia clara y descarnada de todos sus planes, acompañada de la indicación de los individuos principales que estaban comprometidos a realizarlos” según apunta José Gabriel García.

Y, al enterarse las autoridades haitianas de los mismos, enviaron un emisario donde el general Charles Herard que se encontraba en el Cibao quien de inmediato procedió a perseguir y apresar todos los involucrados. A Mella, junto a Salcedo, Ariza, Castillo y otros líderes lo trasladaron a una prisión en Puerto Príncipe. Entre tanto, el patricio Juan Pablo Duarte se refugió en Curazao.

Los prisioneros fueron liberados en septiembre de 1843 cuando el general Charles Herard consideró erróneamente que habían cesados los intentos insurreccionales de los dominicanos y persuadido de que estos carecían del poder suficiente para cristalizar la independencia pues a la parte Este se le tildaba de pobre, lejana y escasamente poblada.

De hecho, y desde el punto de vista demográfico, en esta época Haití poseía 800 habitantes frente a la Partie de L’ Est, o Santo Domingo, cuya población apenas ascendía a 135 mil habitantes aproximadamente.

Mella firmó el célebre Manifiesto de los pueblos de la parte de la isla antes Española o de Santo Domingo, sobre las causas de su separación de la República Haitiana, fechado el 16 de enero de 1843, documento considerado como la Acta de la Separación Dominicana en el que se exponía los motivos por los cuales era necesaria la separación de Haití y que fue redactado por Tomás Bobadilla.

Luego de esto, y consciente de que el grupo liberal carecía del poder suficiente para materializar la independencia de Haití, Mella inició gestiones para lograr un entendido con los grupos conservadores, a lo cual se opuso inicial Francisco del Rosario Sánchez, para lo cual entabló conversaciones con Tomás Bobadilla, uno de los líderes del grupo conservador. Y, en los días previos al 27 de Febrero, Mella desplegó un intenso activismo en para lograr el éxito de la empresa revolucionaria.

La noche del 27 de Febrero de 1844, Mella fue uno de los primeros en presentarse a la Puerta de la Misericordia desde donde partirían hacia la Puerta del Conde. Ante la información de uno de los recién llegado de que el movimiento había sido descubierto y las vacilaciones de otros, Mella disparó el célebre trabucazo que acompañó con algunas malas palabras aunque de acuerdo con Manuel de Js. Galván, proclamó lo siguiente:
“Ya no es dado retroceder. Cobardes como valientes todos hemos de ir hasta el fin. ¡Viva la República Dominicana!

Al día siguiente se proclamó el primer gobierno de la República Dominicana al que se llamó Junta Central Gubernativa y a Mella, vocal del mismo, se le encomendó la misión de organizar la defensa de la ciudad de Santiago de los Caballeros pues el general Louis Pierrot, gobernador del Departamento Norte de Haití, ordenó el avance sobre ella de 10 diez mil hombres a marcha forzada.

Al frente del mando de la ciudad Mella designó a José María Imbert y partió hacia la San José de las Matas a reclutar hombres pero el ejército del general Pierrot avanzó mucho más rápido de lo previsto y el 30 de marzo de 1884 se verificó la célebre batalla que gracias a las previsiones organizativas de Mella se tradujo en una victoria rotunda para los dominicanos con cientos de soldados haitianos muertos y solo unos pocos dominicanos caídos. De modo que cabe a Mella parte de la gloria por el éxito de la misma.

Luego de que los trinitarios expulsaran a los conservadores de la Junta Central Gubernativa la situación se le complicó a Mella en el Cibao pues los sectores conservadores del Cibao armaron intrigas y se confabularon con el general Pedro Santana ante lo cual los trinitarios decidieron, el 30 de junio de 1844, enviar a Duarte hasta allí como delegado del Gobierno para reforzar la labor de Mella.

Ante los planes de imponer al general Pedro Santana como presidente de la República, y probablemente estimulados por Mella, en Santiago tanto las tropas como el propio pueblo proclamaron a Duarte como presidente de la República, quien gozaba de extraordinaria popularidad y desde esa época se le conocía como el padre de la patria.

La proclamación de Duarte como presidente de la República cayó muy mal en el bando conservador y al poco tiempo el general propinó un golpe contra la Junta Central Gubernativa, presidida por Pedro Santana, la cual el 22 de agosto de 1844 declaró a Duarte y los trinitarios como traidores a la Patria y desterrados de ella. Junto al patricio salieron al exilio en Europa Mella, Sánchez, Pedro Alejandrino Pina, Juan Isidro Pérez, Gregorio del Valle, Juan E. Jiménez y el venezolano Juan José Elías. Mella se estableció en Puerto Rico donde se mantuvo atento a los acontecimientos del país.

El presidente Manuel Jiménez le concedió amnistía al grupo de patriotas en septiembre de 1848 y Mella se integró a las tropas dominicanas que enfrentaron la invasión haitiana del presidente Soulouque en marzo de 1849 y ocupó una importante posición de mando en la batalla de Las Carreras.

Al vislumbrar la imposibilidad de reconstituir el agrupamiento liberal, Mella pasó a formar parte del círculo dirigente que rodeaba al general Santana como secretario particular del mismo. Se le acusa de haberse sumido en el mutismo ante los actos despóticos y de crueldad cometido por Santana, aunque nunca renunció a sus posiciones liberales. Luego de esto se estableció en Puerto Plata donde se dedicó al corte de caoba.

A mediados de diciembre de 1853 partió a España con la encomienda de gestionar un protectorado ante el gobierno de ese país sin éxito alguno pues a España no le interesaba hacerse cargo de la República Dominicana. En Mella y en muchos dominicanos de la época primaba la idea de que Haití representaba un peligro para la existencia del país. En 1857 Mella participó en la revolución contra Buenaventura Báez por el fraude que este cometió contra los productores de tabaco del Cibao.

En enero de 1860 partió de nuevo al exilio en desacuerdo con los aprestos del general Santana de anexionar el país a España. En dos ocasiones intentó ingresar al país por Puerto Plata pero fue sorprendido por las autoridades.
Finalmente lo hizo el 15 de agosto de 1863, en víspera del Grito de Capotillo, para lo cual simuló aceptar la ciudadanía española y de inmediato se incorporó a las fuerzas restauradoras aunque ya con una capacidad menguada a causa de cáncer y a principios de 1864 el gobierno nacional restaurador lo nombró Ministro de Guerra en reconocimiento de su capacidad militar y sus méritos como patriota.

Su contribución más sobresaliente a la Guerra Restauradora fue la circular de octubre de 1863 en la instruía a los todos los generales sobre el modo cómo debían conducir las operaciones militares en la que dio muestras de su genio militar así como del conocimiento que tenía del medio dominicano. Estas disposiciones militares las reiteró en enero de 1864 y enfatizaba la estrategia de confrontar de manera frontal al enemigo sino agobiarlo con guerras ambulantes.

Las guerrillas debían tirar pronto, bien y rápido, hostilizar al enemigo día y noche; interceptarles sus bagajes, sus comunicaciones, y cortarles el agua cada vez que se pueda. De igual modo, También operar en grupos racionados por dos o tres días, atacar al enemigo por todos los flancos no dejándolos descansar ni de noche ni de día para que no sean dueños más que del terreno que pisan. Mella insistió en que las guerrillas nunca debían dejarse sorprender y en cambio sorprender al enemigo cada vez que se pueda, aunque sea a un solo hombre. También dejarlos dormir ni de día ni de noche para que las enfermedades le hagan más daño que las armas.

Antes de morir Mella recibió la visita de Duarte tras veinte años sin verle y antes de morir, el 4 de junio de 1864, pidió que su cuerpo fuera envuelto en una bandera. Y sacando fuerzas exclamó: ¡Viva la República Dominicana!


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