lunes, 23 de junio de 2014

LAS GRANDES FIESTAS DEL AGUA EN MAO - Crónica general

El Diario, 6 de abril de 1923.
Significación de la Fiesta
Las fiestas revistieron una solemnidad conmovedora. Mao no registraba en sus anales un acto de la magnitud de este festival: por primera vez vio desfilar por sus amplias calles algunos millares de personas ávidas de conocer sus canales de riego y sus perspectivas lisonjeras de prosperidad económica. Por primera vez vio, dentro de setenta carros lujosos, el prestigio de significados elementos representativos de la cultura dominicana: altas figuras de la política, de las letras, del foro, del clero, de la justicia, de la prensa, de bello y culto sexo, del comercio, etc. Era la fiesta del agua del agua y la fiesta del agua significa para Mao su iniciación en el señorío de la propia capacidad para la vida.

Bendición del Club Quisqueya
Fue un acto de conmovedora elocuencia mística. El padre Portes hizo la ceremonia simbólica con el agua y pronunció las palabras basadas en la significación de aquel rito que une fuerza y alcance de bautismo, formuló voto por la prosperidad de este pueblo joven animado por la fe y el sentido moral del trabajo. La Junta de Festejos obsequió a la concurrencia con una rosa producida en los suelos de las efusiones de amor y entusiasmo. La Banda de Música de esta villa interpretó las piezas acordes con la gravedad del momento, el valor simbólico de la bendición.

Primera retreta
Mi memoria, aturdida por el ruido de la fiesta y debilitada por las noches de vigilia, se niega a recordar los nombres de las piezas ejecutadas con un lujo de afinación y una maestría de ejecución que rayaron en sublimada. Por primera vez estremecía el aire cálido de esta región los gestos más acabados de la armonía instrumental en la República. ¡Que magia de acordes! ¡Que fiebre de incitadora revolución orquestal la que henchía de más sangre los pulmones de la concurrencia que agolpaba en derredor del kiosko para mirar de cerca los artistas! Una hola humana invadía el parque, y la luna, “Nuestra Señora de los Poetas” ofrecía su colaboración de plata para hacer más honda y fuerte la emoción de aquella noche.
El baile de inauguración del Club y de coronación de la Reina
Al toque de las diez de aquella plateada noche de ensueño entró S. M. Ceferina Primera acompañada de su linda corte de Princesas y gentiles hombres de la Corte, al salón del Club en donde la esperaban trescientas manos separadas a la distancia conveniente para cerrarse súbitas en la locura de un aplauso estrepitoso. La orquesta ejecutó la Marcha Real y la soberana fue conducida a su trono hecho con lujos de ornamentación suntuaria. Ganó la tribuna el Sr. R. Emilio Jiménez. Mantenedor de la Reina, asumiendo en ese momento la representación de la Presidencia del Club, e hizo la historia del local que se inauguraba, después de lo cual dedicó a los miembros de la Asociación de Regantes una composición poética cuyos comentarios responderían de derecho otro cronista. Regiamente coronada la Reina de las Aguas, el Gran Chamberlain, Sr. Manuel Evertz, leyó el Mensaje, un bello mensaje hijo de la pluma de este ilustrado profesor maeño. Y se inició el baile, un baile de cien parejas que giraban en el salón ebrias de emociones, envueltas en la red de oro que tejían desde arriba las arañas de luz.

Champagne de honor
Son las diez de la gran mañana del domingo. La Junta de Festejos ofrece un champagne de honor en los salones de la Casa Municipal a los secretarios de Estado Licdo. Pedro A. Pérez y M. M. Sanabia, al gobernador Vila, gobernador Cordero, a la honorable Cámara de Comercio de Santiago, al Ayuntamiento de la misma común, a los representantes de la prensa y demás huéspedes distinguidos; pero de modo muy especial al Licdo. Pedro A. Pérez en su carácter de secretario del ramo agrícola, quien después de las palabras de ofrecimiento, pronunciadas por el Sr. R. Emilio Jiménez, dijo de su devoción por la santa causa del cultivo y evidenció la honda impresión que le causaba el espectáculo de un pueblo trabajador como el de Mao en el que advertía el poder de una clara inteligencia y de un alto sentido de laboriosidad.

El gobernador Cordero, que tiene actitud y verbo tribunicios, hizo algunas consideraciones de orden moral y económico sobre nuestro sistema de vivir y los peligros a que se halla expuesta la clase trabajadora, que va perdiendo día por día todos sus bienes, devorados por el monstruo de la hipoteca.

El Te Deum
Del palacio municipal partió hacia el templo católico, la enorme concurrencia presidida por el secretario de Agricultura e Inmigración. Las naves del sagrado recinto estaban ocupadas por un gentío inmenso. El canónigo González, asistido del padre Portes, cantó el Te Deum mientras hendían el espacio los cohetes voladores, los acordes marciales de nuestra Banda de Música y la voz de las campanas que se deshacían en júbilo desde lo alto de la torre.

La inauguración del canal
Fue un acto breve pero imponente. Al lado del puente que como una ancha mano cubre un trecho de zanja colorada, se alzaba la tribuna de gradas rojas bajo un tendido de palmas y bambúes. El agua corría jubilosa y disciplinada por la larga franja de tierra hendida por el pico, como presintiendo la gracia que iba a ser derramada sobre ella. La Banda Municipal de Santiago tocó el Himno Nacional. El señor secretario de Agricultura pronunció su elocuente discurso de inauguración, lleno de saludables conceptos y vaciado en el molde de un razonable optimismo. Con unción evangélica que sobrecogió el ánimo en una muda expectación, se irguió entonces la figura del P. González y comenzó entonces a hablarnos del don del agua, de su prestigio, de su fuerzas y hasta de su espiritualidad. Fueron palabras inquietadoras para el chorro en fiesta. Pocas veces había estado tan elocuente el virtuoso soldado de Cristo. Su oración al agua fue un canto sublime, un poema que nos hizo recordar las efusiones de amor y de grandeza que salían de la pluma de Fray Luis de León.

El Sr. R. Emilio Jiménez designado por el Sr. Carlos R. Mejía para que lo representara en ese acto, habló de los méritos del Sr. Mejía, alma de aquella gran obra, en cuya realización consumió muchas energías de su talento y no pocas de su voluntad emprendedora y tesonera. La nota triste de la fiesta fue su enfermedad, así como también la del entusiasta y progresista miembro de la Asociación de Regantes, Sr. José I. Espinal.

El gobernador Cordero, escaló la altura en donde resplandecían la Reina y las Princesas y, con explosión de galantería y de entusiasmo hizo el elogio de la mujer maeña. La Banda Municipal de Santiago saludó entonces a la Reina con los acordes de una marcha real.

La gira
Debajo de unos mangos gigantescos que se alzan a treinta pasos del río y en las inmediaciones del canal llegó la concurrencia ávida de pagar al cuerpo su diario tributo. Las barbacoas típicas aguardaban ya repletas de lechón asado servido sobre rústicos platos yagua. El arroz y el casabe ponían la nota blanca.

Lechuga dispuesta en ensaladas, nos recordaba nuestro parentesco con el paciente y manso pollino. Fue una hora de cordialidad: solo dos impenitentes hijos del pueblo se atrevieron a profanar a trompada limpia la santa paz de aquella hora vivida bajo la piedad de los mangos pero esto no era más que un efecto del entusiasmo.

El paseo triunfal de la Reina
A las cinco de aquella poética tarde, próximo a la caída del día, se inició el paseo triunfal de la Reina. Una lluvia se serpentinas hacía milagros de ensortijamientos sobre las cabezas adorables de las damas de la corte. El parque ofrecía espectáculo de mil flores de gracias abiertas a la caricia de la blanda tarde. Ochenta carros veloces se deslizaban por las calles inundadas de sol moribundo. Aquello fue un derroche de luz, gentileza, de poesía y de amor.

El champagne de honor a la Banda de Santiago
La Junta de Festejos se dirigió al parque y tras una admirable ejecución de la gran Banda de Música de Santiago invitó a aquellos magos prestidigitadores de la vida espiritual santiaguesa a pasar a los salones del Club en donde les sería ofrecido un champagne de honor. El Sr. R. Emilio Jiménez, con cálida frase admirativa, hizo el ofrecimiento de rigor, a cuyas palabras respondió con elegante decir el culto director de la Banda, don Ramón E. Peralta.

El baile final
Fue un verdadero éxito. Los poetas Pedro María Germán y Armando Lora tributaron a la Reina sus mejores joyas líricas. De sus labios brotaron imágenes atrevidamente luminosas. Los aplausos más atronadores llenaron el salón. Luego la gentileza de alma de Mario Fermín Cabral se deshizo en primores de férvida galantería ante las gracias de la soberana. Evocó lindezas históricas y agotó todos los recursos del ditirambo. La gentil Graciela Reyes Tineo leyó entonces unos versos delicadísimos del gallardo portalira maeño Juan de Js. Reyes, bajo el título de “La epopeya de un príncipe azul”. Es una poesía robusta, honda y de una altura que requiere un comentario especial. Luego, el baile hasta la hora en que se apagan los parpadeos de las estrellas, la fuga veloz de los autos, semejantes a enormes cocuyos que volaran en una misma dirección, y el recogimiento de las almas en el opio apacible del sueño.

Nota de RDH: La foto de Ceferina Reyes forma parte de la Colección fotográfica del Dr. Monchy Mateo Reyes.

1 comentario:

  1. Esos acontecimientos de nuestro ayer glorioso, deben robustecer cada día más, la idea de que tenemos que traer al presente, todos los momentos estelares de nuestra historia local, y de ellos, hacer un ejercicio crítico para valorar y analizar nuestro presente, con el vital y supremo objetivo de fortalecer y fomentar nuestros valores positivos, y borrar de nuestro escenario, de una vez y por todas, todo acto que no esté inspirado en el establecimiento de una sociedad moral, espiritual y materialmente fuerte, condiciones éstas, indispensables para lograr un futuro más promisorio, y más vigoroso, donde todos nos sintamos satisfechos y orgullosos de ser parte de una comunidad que lucha incansablemente para lograr sus esperanzas y sus propósitos. Imitemos lo expresado por nuestro gran bardo y sabio maestro, Juan de Jesús Reyes, quien dejó impreso en uno de sus gloriosos verso, lo siguiente: "mientras me dure la vida, pondré mis pies en los riscales y mi alma en las estrellas", significando con eso que no debemos detenernos en nuestros afanes y en nuestras luchas, hacia la conquista de un mejor porvenir.

    Dr. Monchy Mateo

    ResponderBorrar

Para comentar un artículo seleccione la opción Anónimo, pero coloque su nombre y su e mail. Sus comentarios se publicarán tras la aprobación del Administrador. Se desecharán los comentarios ofensivos.